IV. RESEÑAS

 

Lina Meruane.
Viajes Virales. La Crisis del contagio global en la escritura del sida.

Santiago: Fondo de Cultura Económica, 312 pp.

 

Este libro de la escritora chilena Lina Meruane (1970), autora de la colección de cuentos Las Infantas (1998) y de las novelas Cercada (2000), Póstuma (2000), Fruta Podrida (2007) y Sangre en el Ojo (2012), sorprende desde el género del ensayo a quienes estábamos acostumbrados a su prosa ficcional. En este espléndido trabajo es el sida y su tratamiento imaginario en las literaturas latinoamericanas lo que constituye el eje teórico y critico que sostiene la reflexión. Con una lúcida y polémica lectura dialogada entre las condiciones sociopolíticas de producción y las selecciones estéticas y de lenguaje que las acompañan este libro propone definir la enfermedad y sus recorridos espaciales e imaginarios como un ejercicio intelectual de inteligibilidad epocal tanto cultural como literario. Datado en la introducción en sincronía con el fin de la dictadura chilena e inicios de la pandemia en los ochenta, Meruane nos advierte que el libro comenzó a escribirse "en la certeza compartida de la fragilidad" (11) donde el miedo a la represión militar se igualaba al de la muerte anunciada de la enfermedad de los primeros tiempos. El testimonio de la enfermedad en cada uno de los textos comentados hermana el deseo y la pasión amorosa con la muerte anunciada, incitándonos a reflexionar de mano del pensamiento de la autora en las regulaciones y pactos sociales, jurídicos, tecnológicos y culturales de estos intercambios que nos afectan como individuos y sociedad.

La enfermedad es aquí tema y rema, y como tal en diferentes claves y circunstancias se despliega en una extensa bitácora de autores como Manuel Puig, Reynaldo Arenas, Severo Sarduy, Manuel Ramos Otero, Witold Gombrowicz, Mario Bellatín, Fernando Vallejo, Angel Lozada, Daniel Link, Guillermo Saccomanno y entre los chilenos, Pedro Lemebel, Francisco Casas, Juan Pablo Sutherland, Jorge Marchant Lazcano. Para la autora lo que estas obras le permiten al lector es "anotar las transformaciones ocurridas a las comunidades [homosexuales] ancladas en su territorio pero también extraterritoriales y en la coyuntura de un cambio tan histórico como cultural: los debatidos procesos de cambio en la cultura del capitalismo en nuestro continente como telón de fondo de la emancipación sexual" (13).

El libro está dividido en dos capítulos: "Bitácora de un Viaje Seropositivo" y "Viajeros Virales" –el que su vez se ordena en cinco secciones, mapeando lo que Meruane llama un corpus seropositivo definido como "un sistema literario que marca puntos de encuentro y de fuga […] constelación narrativa que se ha ocupado de documentar la complejidad de la tragedia a partir de los ochenta y a lo largo de tres décadas" (13). A partir de este grupo de obras y escritores –contextualizado por las discusiones teórico-críticas de Susan Sontag, George Simmel, Michael Foucault, Zygmunt Bauman, Benedict Anderson, entre otros especialistas en cuestiones referidas al tema de la modernidad y el sujeto, el ensayo plantea su hipótesis principal: mostrar la paradoja de la expansión capitalista y su retracción –su misma negatividad– materializada en el viaje global del sida.

El primer capítulo del libro de Meruane, "Bitácora de un Viaje Seropositivo", nos invita a recorrer la "epidemia de la globalización" (40) desde las coordenadas del sujeto portador, su testimonio vital sobre la enfermedad –entendida ésta como dispositivo político y estético– mientras el viaje real e imaginario del contagiado permite la exploración y documentación subjetiva e histórica de la pandemia. Como plantea el ensayo, "El deslizamiento metonímico entre el origen del virus y el viajero que lo incuba será una de las repeticiones más poderosas en la representación discursiva de la epidemia: tanto el virus como el síndrome serán identificados y hasta confundidos con viajeros masculinos […] difíciles de detener" (69). El capítulo trabaja el imaginario seropositivo identificando sus diferentes etapas, estéticas y retóricas, así como sus exclusiones e inconsistencias respecto de las condiciones materiales en las que se afinca, en especial, discute el asunto de la invisibilización del sujeto portador femenino. Este último punto es uno de los mayores aciertos del trabajo de Meruane, dado el escaso tratamiento y atención crítica que se le ha dado a las mujeres seropositivas "a la sombra de esa enfermedad pensada desde un inicio como masculina y apropiada estratégicamente por las comunidades de hombres disidentes" (98).

El segundo capítulo: "Viajeros Virales" nos entrega en cinco secciones, "Una comunidad errante y enferma", "Idas y venidas del turista infeccioso", "Retorno a las naciones-morideros", "Síndrome de la desaparición femenina" y "¿Happy Hour?" O los tiempos del cóctel, lecturas acuciosas y reveladoras de las obras que ilustran el recorrido de la enfermedad desde sus inicios devastadores hasta su regulación farmacológica. En el primero de ellos, el tropo de la errancia se discute en las obras de Augusto D’Halmar, Salvador Novo, Federico García Lorca y, más cercanamente, Witold Gombrovicz, Luis Oyarzún, Néstor Perlongher, Reynaldo Arenas, tensando el modelo de B. Anderson sobre las comunidades imaginadas para llevarlo a la invención de espacios de reconocimiento fraternos enraizados en la persecución de la utopía de un "buen lugar" (120) para los deseos expulsados. Genealogía imaginaria de filiaciones y orígenes espurios, cuyo vínculo fundacional con Oriente se repite una y otra vez como seña de reconocimiento de la anomalía occidental. Un sitio extrañado, "la isla" –de acuerdo con la lectura de Molloy– en el que el viajero deposita ansiedades, siendo capaz de renovar la identidad y sociabilidad proscritas en el país de origen.

En el segundo apartado, el análisis se localiza en una dinámica particular: el virus se ha integrado a un "mapa desestabilizado por el movimiento migratorio constante, en distintos sentidos" (166) y las condiciones de explotación del intercambio sexual entre zonas ricas y pobres del planeta. La autora se mueve inteligentemente entre dos modelos de colonialidad del poder propuestos en la obra de Casas y Lemebel. Por una parte, el de la colonización ideológica del catolicismo español y por otra, el neoliberalismo norteamericano. El entrecruzamiento de ambos vectores dará como resultado mostrar la importancia de estos dos discursos en la peculiar fisonomía que adquiere la enfermedad en Latinoamérica. La tercera parte nos lleva a preguntarnos por la inmovilidad que provoca la enfermedad ya declarada y adentrarnos en lo que la autora llama "las naciones-moridero" (191), aquellas alegorías nacionales fallidas que son los sidarios, los hospitales, los hospicios y donde los sujetos seropositivos vivirán un segundo encierro. De particular interés en la lectura que la autora nos da de la obra de Arenas. En el cuarto segmento de la segunda parte nos encontramos con la contribución inédita de pensar al sujeto femenino seropositivo, a la vez que criticar la ideología masculinista presente detrás de los imaginarios del sida. Especial atención se da a la posición imaginaria de la mujer percibida bajo cierto corte naturalista, como la "víctima inocente" o como la "victimaria prostibular". La desaparición de todo signo mujer de la representación de la enfermedad es presentada por Meruane bajo la categoría de "mujer negativizada" (230) y explicada como producto de la misoginia cultural imperante.

Un libro importante desde varios ángulos. Conjuga una sólida investigación, que nos trae un corpus representativo de los imaginarios del sida en el continente, incluyendo sus exclusiones, con una cuidada e inteligente discusión histórico-social sobre el fenómeno del desplazamiento global en analogía con la expansión del tercer capitalismo. Contribución importante tanto para el especialista en literatura como para aquellos provenientes de las ciencias sociales.

 

Fernando Blanco

Bucknell University
fab010@bucknell.edu